Se sabe: la televisión de aire padece inanición, las revistas sólo las compran tres odontólogos en todo el país para que entristezcan aún más sus consultorios y el resto del “essspppetaculo” vive de giras por livings de casas de familias del interior. Así las cosas, con presupuestos tan faltos de nutrientes e ideas propias de sur de la inteligencia, los arrastres de la modelo Pampita y su pareja, el hasta hace segundos tenista Juan “Pico” Mónaco, son el álbum de fotos de los únicos exponentes públicos que las primeras marcas de la Argentina eligen considerar “aristocracia”.
Pampita y Pico Mónaco: Los ´Marian Farjat y Brian Lanzelotta` de la aristocracia mediática
El panelista de "Conforntados", figura de "Pasión de sábado" y conductor de "No se puede vivir del amor" en Radio de la Ciudad, escribió esta columna para TvBajoCero.com sobre el fenómeno de la "pareja del momento".
¿Por qué? ¿Por qué las primeras líneas de automóviles, muchas marcas de indumentaria rebosantes de talleres clandestinos pero con locales en los mejores centros comerciales, restaurantes con roedores en sus ollas y líneas aéreas con clase ejecutiva de tipo “árabe petrolero” explotador sexual, confían en los tórtolos? Porque ellos son tan livianos, tan magros. Ellos levitan, se desentienden; para La Pampa y su pico de llaneza, la vida es una línea divisoria entre “buena y mala onda” -así de simple, así de filosóficamente criminal- e instagramean hasta el isopo que se deja ver en la mesita de luz, sponsoreados por un amigo empresario “divino” que conocieron en un partido amistoso de tenis cuando Mónaco ya se estaba retirando, en septiembre de 2003. Son lo que son, parecen decir ellos, y que no se les pida más nada porque representan la acumulación de fama, bienes y privilegios que en este país podés obtener únicamente si te pasás toda una vida negándote a pensar.
Cuando asomaba el último verano, Pampita y “Pico” -apodo que sólo quien aspira a tener criados por doquier puede pronunciar como corresponde, mientras sueña con aspirar alfalfa de un establo y dirigir el asado que está cocinando un gaucho contratado para la ocasión, a $120 la jornada de carneo- grabaron videítos desde Punta del Este y hasta coquetearon con lo que ellos creen que es “la cultura popular” bailando reggaeton. Ella sugirió que él se empelote, se clave sólo un shorcito e improvisen así una escena de sadomasoquismo de algodón, como cualquier mami de jardín de infantes privado de Nuñez puede aspirar a tener. Pico hace que la ata; la sujeta y ella, oprimida, se queja.
¿Cuál era el objetivo final? Dos: zafar del verano y cobrarles a los gerentes de marketing 4 mil dólares o más a la presencia en eventos a los que, de lo contrario, sólo va Teresa Calandra gratis (hace la cola para entrar, de hecho, desde la noche anterior en La Mansa) y sobre todo garantizarse nuevamente la silla “en lo de Marce”. Volver este año al ciclo del gerundio inaudible -ELBailando, como gustan objetivar quienes, cómplices, conocen de adentro esa penitenciaría-. A EL Bailando hay que volver porque no vaya a ser cosa que ese espacio lo ocupe “lo que bajó de las sierras”: los restos de esa fauna autóctona cordobesa que hundió boleterías en Carlos Paz.
Pirinchos, loros barranqueros y sapos bueyes que se pasaron una temporada entera intentando colocar un escándalo de catrera para tinellizar su año. Por eso Pampita convenció a su macho. Ella vuelve al jurado y él, ahora que el tenis profesional lo dejó, ya tiene espacio garantizado en el corralito ese del costado de la pista de Showmatch. Desde allí esperará a que el conductor reaccione alguna noche y lo haga interactuar con el doble de Sandro o el imitador del Papa Francisco.
¿Y por qué tanta estrategia, a ellos, no se les nota y a Mónica Farro o a Andrea Ghidone sí? Porque el reparto de formas de desesperación es clasista: El Dipy tiene que hacerse el desvivido por llorar su inclusión y hasta exhibirse cual desocupado en situación de calle hasta que Tinelli lo convoque. En cambio, a la “clase alta”, el entretenimiento les permite otros métodos de humillación con tal de estar. El Dipy tiene que comunicar pobreza y Pampita puede celebrar 10 años de matrimonio ultracatólico frente a decenas de medios, aún cuando su ex, Benjamín Vicuña, revolcábase con cuanto cuerpo vaginado se le cruzaba.
Pampita es “Marian Farjat” pero apañada por logos de automotrices y Mónaco es “El Brian” Lanzelotta con auspicios internacionales encima.
Pobres y ricos, a sus puestos. Música, maestro… ¡caño!
*por Franco Torchia
(especial para TvBajoCero.com)