Es ésta una temporada que la calle Corrientes y su público no olvidarán fácilmente. La coincidencia de títulos y figuras en simultáneo no se recuerda en mucho tiempo. Pero aquí nos ocuparemos de "Un rato con él", la comedia dramática que estrenaron el viernes Julio Chávez y Adrián Suar en El Nacional, a sala llena.
Chávez y Suar no compiten, y construyen una relación genuina
Chávez -además de protagonizar con Suar- escribió con Camila Mansilla este reencuentro de dos hermanos a instancias de la lectura de la herencia de su padre. La obra está dividida en dos actos. El primero si se quiere más liviano -la presentación del conflicto en sí, de los personajes y más en clave de comedia-; y el segundo más profundo, cuando los dos protagonistas se quedan solos y van al fondo de esta relación, sus vericuetos, dolores, luces y sombras.
Lo mejor que tiene el espectáculo es que aquí no hay dos mega monstruos compitiendo por ver quién es mejor. Cada uno tiene sus títulos bien ganados en lo suyo. Por eso el mayor mérito de "Un rato con él" es juntarlos y hacerlos fluir naturalmente. Suar es un actor probado en teatro -en comedias exitosas como "La cena de los tontos", "Dos pícaros sinvergüenzas" y otras- pero con taquilleros éxitos en cine y televisión; que también los tiene Chávez, pero que al revés, acuña en teatro enormes performances, desde "El vestidor" pasando por "Yo soy mi propia mujer", "Red", "Ella en mi cabeza" y tantos otros.
Por eso Suar logra la inteligente tarea, una vez más, de ponerse al lado de un maestro de actores y no salir a competirle. Y gana muchísimo, porque hace lo suyo perfecto, le da a su personaje una mezcla de ingenuidad y emoción; juega con la guiñada popular que tiene en esa complicidad con el público; y a su vez lo deja a Chávez hacer su entrada por un enorme escalera -la escenografía de Jorge Ferrari es majestuosa e íntima a la vez (hasta llueve en el escenario)- y desplegar su criatura a todo vapor. El personaje de Chávez pasa por el cinismo, la violencia verbal, la ironía y el desborde en dosis justas con ese talento en el que uno le cree todo.
Y más allá de las individualidades, lo mejor que han trabajado juntos es "la relación". Hacen de hermanos -distanciados pero hermanos al fin- y uno ve esa relación acabadamente. Logro de ambos, del director Daniel Barone, y de la dramaturgia. No siempre esto se consigue. Si no hay "relación" -complicidad o enemistad, amor/odio, resentimiento, piedad o furia; por todo lo que ambos transitan- no hay resultado.
La obra es efectiva, dura lo justo (una hora y veinte), pasa por todos los estadíos y emociona genuinamente. Bien acompañados por Manuela Pal, Marcelo D´Andrea y Francisco Lumerman, Suar y Chávez se sacan chispas y se dan el lujo de "acompañarse" mutuamente con total generosidad. Interesante, inquietante y emocionante es pasar un rato con ellos.